Entre dos orillas: Reflexiones de un tunecino-canadiense en funciones

Imen Lajmi

África del Norte

Túnez

Leer la biografía

Participar en la cooperación voluntaria como canadiense en Túnez significa navegar en un espacio donde mis identidades se entrelazan y se enfrentan. Mi rol me coloca en una posición a veces delicada: la de una canadiense encargada de apoyar, asesorar y compartir prácticas reconocidas internacionalmente, pero también la de una tunecina, cuyas raíces culturales y emocionales resuenan con las de los socios locales. Esta doble pertenencia crea un puente natural entre dos mundos, pero también presenta desafíos que no había anticipado. 

Uno de los primeros retos que enfrenté al llegar fue gestionar las diferencias de percepción. Los protocolos y procesos internos específicos del programa de cooperación voluntaria son un ejemplo claro: aunque son necesarios para garantizar estructura y responsabilidad, a veces pueden percibirse como demasiado rígidos o poco adaptados a las realidades de un contexto particular. ¿Cómo, por ejemplo, explicar—sin ofender—que las medidas de seguridad son útiles, que no cuestionan la resiliencia tunecina, sino que simplemente reflejan un marco estandarizado de prevención? 

Más allá de las formalidades, colaborar con un socio nacional requiere una sensibilidad constante. Se trata de construir una confianza mutua, demostrando que estoy aquí tanto para aprender como para compartir. Sin embargo, la forma en que soy percibida me genera preguntas. Mis colegas a veces me ven como una tunecina que regresa a casa y, otras veces, como una canadiense desconectada de su realidad cotidiana. Esta oscilación entre familiaridad y distancia moldea mis interacciones, a menudo de manera positiva, pero ocasionalmente con cierta tensión implícita. 

Mi llegada a Túnez, aunque impregnada de un sentido de retorno a mis raíces, reveló cuánto este país sigue siendo, en algunos aspectos, desconocido para mí. Había idealizado esta tierra de mis antepasados, sin darme cuenta de cuánto tendría que reconstruir mi lugar en ella. En las oficinas del socio nacional, descubro cada día un entorno profesional único, donde el pragmatismo y la creatividad suelen prevalecer sobre la organización meticulosa y ordenada a la que estaba acostumbrada en Canadá. 

No obstante, esta experiencia me ha enseñado que mis múltiples identidades no son un obstáculo, sino una fuente de fortaleza. Me permiten actuar como un puente, representando a Canadá al mismo tiempo que soy una comunicadora capaz de comprender las sutilezas culturales de Túnez. Cada malentendido, cada ajuste, se convierte en una oportunidad para profundizar esta colaboración y demostrar que lo que nos une es más fuerte que lo que nos separa. 

Este mandato va más allá del marco puramente profesional. Me desafía, me enseña y me impulsa a redefinir mi sentido de pertenencia. Día tras día, me doy cuenta de que no estoy aquí solo para brindar apoyo técnico o alcanzar objetivos institucionales. Estoy aquí para explorar quién soy, para caminar por esa delgada línea entre dos orillas y para captar la esencia de los remolinos identitarios que habitan en mí. 

Al final, la identidad es un viaje, un movimiento constante entre lo que nos forma y lo que elegimos ser. Como lo expresa tan acertadamente Amin Maalouf en Identidades asesinas: "La identidad no se da de una vez por todas; se construye y se transforma a lo largo de la existencia." Es en este proceso, a veces tumultuoso pero profundamente enriquecedor, donde reside el verdadero significado de la búsqueda de uno mismo. 

Crédito de la foto: Imen Lajmi

 

¿Le interesa trabajar con la AAUPE?

Infórmese sobre nuestros mandatos de cooperación voluntaria abiertos

MANTÉNGAME INFORMADO.A DE LAS PRÓXIMAS OPORTUNIDADES DE VOLUNTARIADO

 

 

 
Programa de cooperación voluntaria financiado por Global Affairs Canada